Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Alejandro Zambra, Tema libre, Anagrama, Barcelona, 2019, 140 pp.


Tema libre es un tapiz plagado de alusiones, autorreferencias, intertextualidades y chistes. En “Tema libre”, conferencia de la primera sección –que a su vez da nombre al conjunto de la obra–, Alejandro Zambra divaga sobre dos obras fracasadas que se empeña en apostillar que nunca publicará (aunque, curiosamente, las encontramos más adelante en la sección titulada “Ropa tendida”). Pero no es la intención de Zambra el engaño o la falsa modestia. Debemos hacer caso al autor cuando, en el marco de la conferencia, nos dice que “ojalá ahora, al compartirlo con ustedes, por fin lo mato y a lo mejor lo olvido”, entendiendo así algunas partes de Tema libre casi como una sesión de psicoanálisis en las que el autor dialoga con nosotros de manera sincera; no nos deja libres en el entramado de referencias que sus páginas esconden, sino que se sienta a nuestro lado desde el primer momento para compartir sus inquietudes, sus intereses y principalmente y ante todo lo demás, su pasión por la lectura y la escritura. De ese mismo modo, en “Léxico familiar”, vuelve a los temas esbozados en las conferencias, reelaborándolos, pasando de una no-literatura a un no-lenguaje en un no-lugar.

Tema libre tiene una estructura tripartita claramente diferenciada: la primera de las secciones lleva el título de “Autorretratos hablados” y la conforman tres ensayos configurados a partir de tres conferencias del autor, leídas en 2013, 2014 y 2016 respectivamente;  la segunda parte, “Ropa tendida”, agrupa cuatro cuentos (dos de los cuales, “El amor después del amor” y “Lectura autobiográfica”, ya las anticipaba Zambra en una de esas conferencias de la primera parte, presentándolos como textos fallidos); y la última, bautizada como “Léxico familiar”, tomando prestado el título de la obra autobiográfica de Natalia Ginzburg, contiene cuatro ensayos en los que el autor chileno reflexiona sobre la traducción, el hecho de ser la misma persona en un contexto diferente, en un país diferente, en una lengua ajena (y también sobre no ser la misma persona, sobre ser otro).

Parece que el vilamatiano “mal de Montano” ha afectado a Zambra en el proceso de creación de Tema libre, pues el miedo y la preocupación por la escritura (y, nuevamente, por la no-escritura) es una constante rastreable en sus conferencias y en sus ensayos, pero también en los cuentos de “Ropa tendida”. Así, en “La novela autobiográfica”, primero de los textos de esta segunda parte, Zambra imagina una entrevista en la que se le pregunta cuánto hay de autobiográfico en sus obras; en “El Cíclope” discute si se pueden escribir aventuras sin haberlas vivido y en “Penúltimas actividades” vemos al Zambra más pedagógico, instruyéndonos paso a paso sobre la manera en que se debe escribir un libro.

Otro de los leitmotiv que recorren estas páginas nos recuerda a algunas de las obsesiones y registros que Alejandro Zambra había relatado en su anterior obra, No leer, o en su ya célebre Formas de volver a casa. Me refiero especialmente a ese plural generacional, ese “nosotros” con el que ha venido configurando y aglutinando todas las voces de su generación, esbozando la ahora tan aclamada literatura de los hijos. En “Autorretratros hablados” reflexiona también sobre la dificultad de emplear su voz, su “nosotros” como individuo colectivo para dibujar una identidad que no resulte ajena, para establecer una memoria propia y no vicaria: “sobre qué íbamos a hablar nosotros, que habíamos crecido como esos árboles que amarran a un palo de escoba: adormecidos, anestesiados, reprimidos… Veníamos un poco maleados o mareados por el escepticismo, pero queríamos pertenecer a algo, a cualquier cosa”.

En Tema libre Zambra explora este concepto trazando un recorrido que va desde el “nosotros” de la juventud, rememorando anécdotas de sus años universitarios, a un “nosotros” familiar, esa pequeña familia que conforma nación, con tres personas y varios peluches parlanchines como protagonistas. De esta manera observamos el cambio y la madurez que experimenta el autor, desde su temprana juventud hasta el descubrimiento de un nuevo “nosotros”. En ambos casos, Zambra se detiene a explorar la manera en que observamos la realidad desde cada perspectiva, desde cada uno de esos sujetos colectivos: la primera lectura, la del nosotros juvenil, es una lectura inexperta pero exaltada de los primeros días de facultad. El nosotros familiar entiende la lectura como una conversación amorosa que se practica en pareja o la delirante inocencia que se descubre junto a los hijos y sus juguetes.

Por último, resulta interesante observar cómo el autor nos regala los misterios de su escritura, nos invita a su taller y nos guía por los entresijos de su producción literaria, no limitándose a darnos pautas para que elaboremos nuestros propios textos, como en “Penúltimas actividades”. También en “Cuaderno, archivo, libro” (otra de las conferencias de la primera sección) nos habla del paso de la máquina de escribir al ordenador, de la era Gutenberg a la era digital (otro de los miedos que comparte con Vila-Matas y su Dublinesca). Sobre este cambio de paradigma el autor admite que “escribo muchísimo a mano y después en computador, pero a veces paso a mano lo que escribo en la pantalla. Agrando y achico la letra, cambio la tipografía, el interlineado y hasta el espacio entre los caracteres, como quien intenta reconocer un mismo cuerpo en diferentes disfraces. Y leo en voz alta todo el tiempo”. Y esta relación entre oralidad y escritura es otro de los temas principales que Alejandro Zambra incluye en los diferentes apartados de Tema libre: “Desde cierto punto de vista, lo que escribo siempre busca la naturalidad de una conversación en que digo lo que diría si alguien me editara los balbuceos”, escribe en “Traducir a alguien (II)”, último texto de este compendio.

Tema libre es una constante búsqueda de la naturalidad. El lector inevitablemente ve en Zambra a un compañero de coloquio, a un íntimo contertulio que habla y escucha atentamente y, aunque el tema central es finalmente el propio Zambra, no nos sentimos saturados de autorreferencialidad ni complacencia, pues mantiene siempre la brújula sobre ese “nosotros”, que despierta mucha más simpatía que el tradicional y tan manido “yo”.

La última obra de Alejando Zambra es, en definitiva, una colección de textos inteligentes, pero que no proclama todo el tiempo su propia inteligencia. Un libro experimental, pero del modo en que se suele experimentar en la infancia. No es habitual que una colección de conferencias escape del tono paternalista y pontificador habitual en este tipo de textos, pero Zambra lo consigue construyendo una voz que nos habla directamente,  como quien nos invita a conversar en un ambiente familiar.

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