Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Verónica Gerber, Mudanza, Almadía, México, 2017, 112 pp.


Para Verónica Gerber, la adopción de la lengua efe entre las niñas de primaria o el intercambio de recados en clase con signos que solo ellas comprenden son muestras acabadas de algo que perdemos con la edad: nuestra capacidad para jugar con las palabras y explorar los rincones del lenguaje. La recuperación de esta destreza es, precisamente, el núcleo de Mudanza, la serie de ensayos publicados por Gerber en 2017.

En una charla reciente en Monterrey, la autora sentenció: “la literatura debería extinguirse”. Aunque en primera instancia atribuí este juicio al hecho de que ella no estudió literatura, sino artes visuales –lo que en ocasiones le hacía sentirse extranjera cuando estaba rodeada de escritores–, más tarde comprendí, tras la lectura de Mudanza, a qué se refería exactamente. Mudanza, su libro más reciente, es una lectura incómoda: te fuerza a mirar de frente al lenguaje y observar la forma en que lo utilizas para comunicarte. Es una invitación a dejarse llevar por “los signos abstractos de esta mirada intermitente y su alfabeto deformado” (p.15) que el ojo flojo ofrece en “Ambliopía”. Gerber busca deshacerse del molde al que sometemos la escritura pensando que es la única manera de crear un mensaje. No hay que forzar la vista del ojo ambliope con los anteojos para “curarlo” y que abandone las manchas que solo él ve; al contrario, nos está marcando el camino. Porque al fin y al cabo si “escribir es habitar un paralelo” (p. 15) y “leer es merodearlo” (p. 15), ¿por qué nos empeñamos tanto en frenar nuestro paseo?

En Artes Visuales, antes de empezar una obra, primero se piensa en el medio de producción, para así poder decidir el soporte que mejor transmita lo que se quiere decir. Gerber busca trasladar este proceso a la literatura: elegir el soporte que mejor se ajusta al mensaje que se quiere dar y con base en eso desarrollar la obra para que se complementen, en lugar de que se limiten, como sucede cuando se opta por el camino tradicional: el libro, la hoja en blanco repleta de palabras. “Papiroflexia” señala este conflicto poniendo como ejemplo la vida de Vito Acconci y su trayectoria profesional, pues el artista pasa por distintas profesiones hasta que logra plasmar su inquietud por “atravesar la hoja de papel con su pluma” (p. 24). El ensayo reúne fragmentos de textos de Acconci, quien durante su período de poeta “buscaba la forma de convertir una palabra en objeto, hacerla concreta, real, definida” (p. 22). Vito quiere que el lector deje de ver la escritura en segunda dimensión y sea capaz de tocarla, llenar el vacío entre el que lee y lo que se lee. En ese sentido, Acconci logra salirse del soporte tradicional, se aleja cada vez más del libro y, siendo un artista (igual que Gerber), encuentra que la arquitectura, la fotografía y las instalaciones transmiten su escritura de forma más real: dicen lo que quiere decir de una manera en que las palabras no lo hacen.

Gerber quiere hacernos ver que seguimos escribiendo con el mismo método que el siglo pasado, sigue habiendo un enfrentamiento con la hoja de papel al momento en que nos sentamos ante ella. Nos muestra cómo reducimos las posibilidades de experimentar y de crear literatura al apegarnos a un abecedario, una sintaxis y un léxico que conocemos desde que nacimos. Si no modificamos el lenguaje, ¿cómo vamos a modificar la literatura? Verónica Gerber recupera estas ideas de Ulises Carrión –quien, al igual que Vito Acconci, abandonó la escritura tradicional para convertirse en artista experimental– en su tercer ensayo, “Telegrama”. En El nuevo arte de hacer libros, Carrión define las pautas de lo que considera la vieja y la nueva escritura: “en el arte viejo todos los libros se leen de la misma manera. En el arte nuevo, cada libro requiere una lectura diferente” (p. 45). En la nueva literatura, la que nace a partir de la extinción de la primera, el acto de leer va separado del texto, la forma en que se lee y se llega a la metáfora es una experiencia aparte que debe complementar el significado de la escritura.

Mientras que “Papiroflexia” juega con las implicaciones del soporte al momento de crear el vínculo entre el lector y la palabra, “Onomatopeya” se enfoca en la traducción de lo exterior a la escritura. Después de leer el ensayo es inevitable ponerse a pensar en cómo se escribirían los sonidos que percibimos a nuestro alrededor, además de intentar descifrar cuáles inspiraron a Vicente Huidobro al escribir: “Olamina olasica lalilá / Isonauta /  Olandera uruaro”. Porque la extinción de la literatura no solo involucra un cambio de soporte, sino también un cambio en el lenguaje. Es experimentar con las palabras creando fragmentos que pueden carecer de sentido. En “Onomatopeya” se incluye el conocido poema del Jabberwocky de Alicia a través del espejo, en el que Lewis Carroll pretende ilustrar la inquietud por probar los límites del lenguaje, del significado y los sonidos: “Jabberwocky: Twas brillig, and the slithy toves/ Did gyre and gimble in the wabe;/ All mimsy were the borogoves,/ And the mome raths outgrabe”.

Sin embargo, escribir pasajes aparentemente sin sentido conlleva un riesgo, pues el autor “aún cuando dinamitaba el lenguaje común y corriente, […] quería ser leído, quería que hubiera tímpanos para sus ruidos, para el desentono, la cacofonía y la desarmonía” (p. 96). El peligro que se corre es que ante la imposibilidad de comprender el significado de la obra, al igual que Sophie Calle en “Equívoco” cuando no ve más que palabras en la carta de Paul Auster, el lector lo abandone, se canse de intentar descifrar un mensaje que no encuentra y simplemente se mude a la literatura tradicional. Implica que la intención del autor queda entre la realidad y la imaginación, lo que pudo haber sido pero no fue, pues no hubo quien lograra traducir la metáfora.

Los ensayos en Mudanza son una recopilación de artistas que se desplazan de la literatura al arte experimental (Acconci, Carrión), conceptual (Sophie Calle) o cinematográfico (Paul Auster) al darse cuenta de que la primera todavía tiene mucho terreno por explorar en la experimentación del lenguaje. Gerber es la única artista visual que se regresa a la literatura para trasladar los procesos creativos de las artes a la escritura. Por ello, cuando afirma que la literatura debería extinguirse se refiere a la forma, al método ritualizado que da por sentado un abecedario, una sintaxis y un léxico que inevitablemente terminan siendo impresos en forma de libro lleno de hojas blancas escritas de principio a fin.

Aunque Mudanza no irrumpe de la misma manera en la literatura tradicional al entremezclar las palabras con dibujos como en Conjunto Vacío, lo hace de una manera más sutil, utilizando el espacio de la página de forma distinta y combinando varios tipos de texto. Al final queda claro que las posibilidades de romper con el formato de corte realista son infinitas. Quizá deberíamos dejar de corregir los balbuceos de los bebés y sus jitanjáforas y adentrarnos con ellos en este juego de palabras y significados. Tal vez así logremos adoptar un estilo propio de este siglo. Tal vez así la literatura tradicional logre extinguirse por completo.

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