Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Ricardo Piglia, Blanco nocturno, Anagrama, Barcelona, 2010.


A pesar de todo lo anterior, como señalé al inicio, Blanco nocturno no es el gran libro que pudo haber sido. El corazón trágico de la novela es Luca Belladona y, sin embargo, sólo se dedica a su historia la última tercera parte del libro. La novela termina sufriendo por esto: la primera parte –dedicada al asesinato de Tony Durán– y la segunda parte –dedicada a la caída de Luca Belladona– no acaban de ser un todo orgánico, y lo que al final pudo haber sido un verdadero pathos trágico, que las últimas páginas ciertamente dejan entrever, termina siendo algo bastante diluido, un incidente aislado dentro de los muchos otros incidentes que conforman la novela. Y este defecto o esta limitación no es una particularidad de Blanco nocturno: en general las novelas de Piglia no consiguen capturar y reflejar el aspecto humano de las preguntas que plantean. Sus novelas son en definitiva densos viajes intelectuales, pero la experiencia estética no es únicamente una cuestión intelectual. De una gran obra esperamos no sólo grandes ideas sino la capacidad de conmover, de hacernos olvidar el mundo por unos momentos y sumergirnos en la realidad que configura a través de su lenguaje vivo, de llevarnos al final de todo a una suerte de entendimiento humano y no meramente a un entendimiento conceptual y analítico como al que las novelas de Piglia llegan. Sus preguntas y respuestas siempre están ahí, como las preguntas y respuestas de un examen: “no es cierto que se pueda restablecer el orden, no es cierto que el crimen siempre se resuelve… No hay ninguna lógica” (p. 283). Piglia trata sus obsesiones, pero no logra hacer que el lector las viva y las experimente: los momentos de temor y temblor que toda gran obra regala a sus lectores brillan por su ausencia en las novelas de Ricardo Piglia. Y no creo estar juzgando Blanco nocturno con un rigor exagerado: cuando un escritor es nombrado el heredero de Borges y el gran escritor latinoamericano de finales del siglo XX y principios del XXI, lo que se debe esperar de él es lo más alto.

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