Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Margaret Atwood, The Testaments, Nan A. Talese/Doubleday, Nueva York, 2019, 432 pp.


A finales del 2018, Margaret Atwood anunció que en septiembre de 2019 publicaría su siguiente novela: The Testaments, una secuela de su obra de 1985, The Handmaid’s Tale. Según Atwood, The Testaments respondería todas las preguntas que le habían hecho sobre Gilead y la protagonista de la novela. Aunque han pasado más de treinta años desde la publicación de Handmaid’s, la novela tuvo un segundo aire de popularidad tras su adaptación para la pantalla por parte de Hulu en el 2017. El éxito de la serie de televisión llevó a muchos a revisitar o leer por primera vez la novela de Atwood.

The Handmaid’s Tale trata sobre la vida de una criada de una familia de la élite de la república de Gilead, una nación que reemplazó a los Estados Unidos tras su caída a manos de un grupo fundamentalista, cristiano y teocrático. Nunca se revela el nombre de la criada, sino que la llaman “Offred”, señalando su pertenencia a la cabeza de la familia, Fred. Gilead se estableció en respuesta a una serie de problemáticas que a un lector contemporáneo, aún más que al de 1985, le serán demasiado reales: cambio climático, falta de recursos naturales y un deseo de regresar a valores tradicionales, especialmente en cuanto al lugar de las mujeres en la sociedad. En Gilead, las mujeres tienen prohibido leer, trabajar o tener propiedad. Poco después del inicio de la novela nos enteramos de un aspecto más perturbador: como respuesta a la caída de los índices de fertilidad, uno de los recursos más preciados son los niños. Inspirados en el episodio bíblico de Raquel y Lea, los fundadores de Gilead designan a las mujeres fértiles como criadas que sirven de manera forzada como vientres de gestación subrogada para las parejas infértiles de la élite. Esa es la situación de la protagonista.

The Handmaid’s Tale alterna entre el tiempo en Gilead y memorias del tiempo anterior a la caída de los Estados Unidos. Así, la novela está poblada de los horrores cotidianos de Offred: la violación periódica y ceremonial, la represión, los fantasmas de su vida pasada, el control y, en última instancia, la monotonía de su existencia. Es una obra oscura y claustrofóbica, en la que no se revelan detalles de manera lineal, sino que el lector debe inferir y deducir lo que está sucediendo a partir fragmentos aislados. La narración transcurre en espacios limitados y sombríos que imitan la mentalidad de Offred y su desesperación. Aunque es una obra una ficción especulativa, es incómodamente verosímil, pues Atwood se basó solamente en leyes y prácticas que existieron en alguna sociedad en la historia.

La adaptación para televisión se comenzó a transmitir en abril de 2017, solo unos meses después de que Donald Trump fuera elegido presidente de Estados Unidos tras una temporada de elecciones que reveló el racismo y sexismo latente en la sociedad estadounidense, tal como sugería la novela de Atwood hace algunos años. La autora está involucrada en la producción: aparece brevemente en una escena y ha dicho que está en constante diálogo con los productores sobre lo que sucede o no en el desarrollo de los personajes y la trama, que ya sobrepasaron los acontecimientos de la novela. El contexto de las elecciones del 2016 es imprescindible para entender la vida propia que cobraron la novela y la serie. Unos meses después de su lanzamiento, un grupo de mujeres se presentaron en el capitolio de Texas para protestar contra una ley antiaborto vestidas en el atuendo rojo con sombrero blanco que visten las criadas en la serie de televisión. Han sucedido protestas similares a nivel internacional; la figura de la criada se volvió en un ícono de la lucha por los derechos de mujeres. De esta manera, tanto lectores de la novela como espectadores de la serie se apropiaron de la historia como una plataforma de concientización y protesta social.

Confieso que leí The Handmaid’s Tale después de comenzar a ver la serie de televisión. Cualquier lector que ha visto una adaptación de un libro antes de leerlo sabrá la manera en la que modificó mi experiencia: los personajes ya tenían un rostro y los espacios ya estaban configurados tal como aparecen en la pantalla. Algo similar parece haber sucedido en la imaginación de Margaret Atwood al escribir The Testaments.

The Testaments comienza quince años después del final de Handmaid’s. Con esto, Atwood deja espacio temporal para que la serie de televisión continúe. La novela contiene la narración de tres personajes en espacios distantes que terminan por entrelazarse: Agnes, una joven que nació y creció en Gilead; Daisy, quien observa las particularidades de Gilead desde Canadá; y, por último, Aunt Lydia, quien representa alguien que está “por dentro” de las instituciones y el gobierno represivo de Gilead. Desde The Handmaid’s Tale sabemos que la república de Gilead llega a un fin; esta es la historia de su desenlace. En un fenómeno particularmente moderno, la novela incorpora elementos y hechos que suceden en la serie de televisión: aunque la novela del 85 nunca le da un nombre propio a la criada, en la serie de televisión se le nombra June, y así aparece en The Testaments; las tres protagonistas también están basadas en la serie (aunque Aunt Lydia y un precedente de Agnes aparecen en la novela, los personajes en The Testaments están basados en el desarrollo de la serie).

A pesar de que The Testaments se sostiene sola, es decir, no es necesario haber leído Handmaid’s para entenderla, no resisto acudir a la comparación: mientras Handmaid’s es una novela oscura, complicada, que requiere de un lector maduro y paciente, The Testaments se asimila mucho más a una novela del genero “young adult fiction”. Los eventos y el desarrollo de los personajes son más cercanos a otras adaptaciones exitosas a la pantalla de novelas en inglés, como The Hunger Games de Suzanne Collins o Divergent de Veronica Roth. Una escena en que se le revela a una de las protagonistas que es una figura importante de Gilead resuena —desafortunadamente, sin ironía— al momento en el que Harry Potter se entera que es parte del mundo mágico. El ritmo es considerablemente más apresurado, el espacio más variado, el lenguaje más sencillo, la trama más lineal; la novela parece estar creada en función de su adaptación a la televisión.

Quizá este cambio se deba a la misma naturaleza de los personajes: mientras Offred, a quien ahora conocemos como June, tenía conciencia de los derechos y estilo de vida que había perdido, las tres protagonistas de The Testaments tienen un sentido, aunque sea ilusorio, de poder. Sufren de represión, no tienen derechos y están controladas totalmente por un mundo de hombres, pero aun así están en posiciones de privilegio dentro de su contexto: Aunt Lydia aprendió a manipular el sistema a su favor, Agnes pertenece a la élite del régimen, Daisy está por fuera, en Canadá. La novela carece del desconsuelo y desesperación de la psique de Offred.

Los pasajes narrados por Aunt Lydia reviven, aunque brevemente, la habilidad narrativa y la capacidad para crear complejidad de Atwood. Mientras las otras dos protagonistas son muy jóvenes, Aunt Lydia es una mujer madura, que, al igual que Offred, vivió antes de Gilead, conoce la posibilidad de las relaciones, el trabajo, el amor. El tema mejor logrado es la visión sobre la naturaleza de la escritura y memoria. Los tres “testamentos” que recibimos son recuerdos de los personajes, pero el de Aunt Lydia demuestra una conciencia sobre su propia escritura y una incertidumbre sobre si algún día llegará a un lector. La escritura aparece como método de supervivencia; la misma autora lo dice sobre su profesión: “Writing is always an act of hope because it assumes a reader. It assumes a reader in the future. The act of writing and the person reading it are separated by time and space”.

Aunque la novela será satisfactoria para el público al que parece estar dirigido —jóvenes fanáticos de la serie de televisión— es una ligera decepción para quienes conocen la verdadera capacidad literaria de Atwood.

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