Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


Principios de crítica literaria


Primero, lo elemental, pero que a veces se pierde de vista: en la jerarquía de la literatura, la crítica literaria ocupa el nivel más bajo. El texto crítico –a diferencia de la novela, el cuento, el poema o el ensayo– no existe per se, es un derivado, requiere de otro texto para ser, viene siempre después de. Como categoría abstracta, la crítica es inferior a las otras formas de escritura literaria. Para subrayar el carácter subordinado de la filosofía a la teología, los pensadores medievales solían denominarla ancilla theologiae, o sea, la sierva de la teología. La crítica es la sierva de la literatura.

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Ahora bien, desde su posición ancilar, la crítica puede y debe aspirar a ser parte de la literatura. La crítica literaria –a diferencia de la crítica de otras artes: la música, la pintura o el cine– está hecha del mismo material que su objeto, el lenguaje. En su modo más alto, lo que hará será precisamente crear una literatura sobre la literatura. ¿Cómo? A través del único medio que se construye una obra de arte: la forma.

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La crítica literaria es el arte de leer; el crítico, el artista de la lectura, aquel que con base en un talento innato y mediante el estudio y la práctica, aprende a leer, a interpretar, a relacionar los textos, y que luego comparte con los demás los frutos de su arte (idealmente, puede convertirse en un maestro de lectura, pero puede ser sencillamente un compañero, alguien junto a quien leer).

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La mejor crítica es la que nace de aquellas lecturas en las que el crítico se ha comprometido por entero, que han trastocado su visión del mundo y en las que ha puesto en juego todo su ser. Igual que el verdadero poema o la verdadera novela deben nacer de la combustión de los huesos, que diría López Velarde, el gran texto crítico debería surgir de un esfuerzo vital similar. En esos casos, el crítico no está juzgando fría y distanciadamente una obra que le es más o menos indiferente, sino que está involucrado hasta la última fibra en la comprensión de un texto cuyo sentido le concierne al nivel más personal posible.

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Uno de los malentendidos más frecuentes sobre la crítica es que ésta es necesariamente negativa, que consiste en señalar errores, denunciar defectos, mostrar debilidades; en los casos más extremos, que es preciso golpear o destruir la obra. Descalificar un libro es sencillo, basta una mediana agudeza y una pequeña dosis de ironía (cualidades, por lo demás, indispensables en el crítico). Los escritores y las obras mediocres son, por otra parte, la mayoría y sería fácil pasársela descartando un libro tras otro. Más complicado es vérselas con un gran escritor, ir más allá del mero elogio e intentar elucidar las razones y mecanismos de sus virtudes (sin obviar, claro, las posibles flaquezas). Como decía Schlegel: “es mucho más sencillo reprender con la razón que alabar con el ingenio. Puede uno hacer lo primero y, sin embargo, quedarse en la superficie, digamos en el andamiaje técnico, de una obra del espíritu. Lo segundo, en cambio, presupone que uno ha calado de veras hasta dentro, y a la vez, que es maestro de expresión para poder aprehender lo peculiar de la impresión espiritual, tan rebelde al mero concepto”. O bien, en palabras de Chateaubriand: “abandonar la mezquina y fácil crítica de los defectos en pro de la grande y difícil crítica de las bellezas”.

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Podríamos distinguir entre el crítico profesional y el amateur. La diferencia no es la que parecería a primera vista (el profesional, el crítico serio, riguroso, y el amateur, el aficionado, el improvisado). Por profesional entiendo el que, aparte de hacer de la crítica su principal actividad literaria, está dispuesto, más allá de sus gustos o preferencias, a ocuparse de muy  diversos tipos de obras y autores (no todos necesariamente buenos, claro) y cumplir ciertas tareas (vigilar al escritor consagrado, juzgar con justicia los méritos o defectos del que está construyendo una obra, estar atento a los jóvenes); el amateur no suscribe esos compromisos y escribe fundamentalmente sobre lo que le gusta y entusiasma. Un amateur es, originalmente, el que hace algo por amor.

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El crítico profesional tiene espíritu de árbitro y censor. Su tarea es necesaria pues mucho, en efecto, es lo que debe ser señalado como mediocre o fraudulento para mantener la buena salud de la república literaria, prevenir engaños y poder apreciar mejor lo verdaderamente valioso. Sin embargo, no es ni tiene por qué ser el único tipo de crítico. Al crítico amateur,  si un libro o un autor no le gustan (y es difícil, después de algunas lecturas, equivocarse rotundamente acerca de lo que puede gustarle o no), no digamos que no perderá el tiempo escribiendo sobre la obra en cuestión, denunciando que es mala y explicando por qué, ni siquiera se molestará en leerla. Como crítico amateur, no profesional, está en su derecho.

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La reseña es un género literario –menor, si se quiere, pero un género en sí mismo– y debería ser tratada como tal. No es una nota periodística, no es un trabajo escolar: es la forma básica del arte de la crítica (su infantería, por decirlo así). Debe estar escrita lo mejor posible, debe ser persuasiva (y, por lo tanto, retórica, en el sentido original de la palabra), debe tener un estilo personal que denote al lector individual que hay detrás de ella. Toda verdadera reseña, como observó Jean-Paul, postula una estética.

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Un falso dilema sigue recorriendo la crítica literaria (particularmente en la academia que, por lo demás, poco peso tiene en los ámbitos donde nace y se desarrolla la literatura y la crítica que es parte de ella): a favor de la teoría o en contra de la teoría. Supongo que nadie, en su sano juicio, diría: “yo estoy contra la teoría”, lo que equivaldría a decir “yo estoy contra pensar en forma abstracta”. ¿Quién, en serio, podría estar en contra de la Poética de Aristóteles o, para el caso, el formalismo ruso, la teoría de la recepción o cualquier otra teoría moderna? Naturalmente, se puede o no estar de acuerdo con tal o cual planteamiento teórico, pero no contra el hecho de reflexionar en términos abstractos sobre el fenómeno literario. El problema empieza con el uso que a veces se pretende dar a las diversas teorías, no como propuestas generales para pensar la literatura, sino como las herramientas concretas (y con frecuencia únicas) para examinar la obra literaria. Nace así la triste confusión de las almas elementales: “voy a aplicar la teoría tal al texto tal…”. El solo uso del verbo muestra a las claras que ni siquiera se ha entendido el concepto básico de teoría, esto es, precisamente, la especulación abstracta considerada con independencia de toda aplicación: la teoría, alas!, no se aplica.

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Sainte-Beuve, príncipe de los críticos, escribía: “mi deseo sería hablar de cualquier escritor con perfecto espíritu de imparcialidad, ya que esta imparcialidad, esta naturalidad misma… confieso que ha llegado a convertirse en uno de mis últimos placeres intelectuales… Tengo el prurito de no ser nada en particular y más quiero aparecer bajo esta forma quebrada, múltiple y fugitiva que bajo otra cualquiera”. Quizá la diferencia fundamental entre un gran crítico y un gran creador (poeta, narrador, dramaturgo, ensayista) es que este último posee una visión del mundo personalísima que expresa artísticamente y desde la que juzga todo lo que ve. Precisamente por su fuerza y originalidad, es incapaz de salir de ella y mirar el mundo con otros ojos. El gran crítico, en cambio, sería aquel que, careciendo de esa visión exclusiva, es capaz de apreciar el mundo desde varias perspectivas distintas, incluso contrarias. Su defecto como creador sería precisamente su fortaleza como crítico. Por eso, quizá, el propio Sainte-Beuve sostenía: “muchas veces he pensado que lo mejor para el crítico que quiera entregarse a las más amplias perspectivas sería carecer de toda facultad artística”.

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La madera, pues, de la que está hecho un gran crítico (que no es, a fin de cuentas, sino un gran lector) es muy distinta a la de un gran creador. Este último posee una identidad tan particular y fuerte que solo puede comprender y juzgar el mundo a partir de ella; el primero, que no es Nadie, puede aspirar a comprender a todos.

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Críticos y creadores son, desde luego, grandes lectores, pero de formas muy distintas. Los segundos lo son particularmente de aquellos libros y autores de los que se nutrirán, en cuya tradición esperan insertarse. No tienen por qué ser lectores muy cultos ni muy completos; tienen que ser, eso sí, lectores muy agudos de un número forzosamente reducido de escritores. Los primeros, en cambio, deben ser mucho más amplios en sus miras como lectores. No poseen la profundidad en la que se origina la creación, pero deben tener la diversidad en la que nacen la comprensión y la interpretación.

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Sin embargo, pese a Sainte-Beuve y estas últimas consideraciones, quizá las mayores obras de crítica literaria sean aquellas en las que se percibe una afinidad espiritual profunda entre autor y crítico, aquellas en las que, como sugerí al principio, el crítico está personalmente comprometido, en las que no solo está en juego la visión del mundo de otro, sino la propia, pues tal vez, a fin de cuentas, no leemos verdaderamente sino lo que ya está escrito en nuestras almas.

  • luis reséndiz marzo 12, 2014 at 8:17 pm / Responder

    aunque hay cosas sensatas en este texto –me parece acertadísimo el apunte de la reseña, por ejemplo–, hay otras que no lo son tanto; me da la impresión de que plantear la división entre crítico//creador, a estas alturas del poema, es bastante erróneo. ambos conviven, siempre; un creador forzosamente es un lector –malo o bueno, eso es irrelevante– y todo lector, esto es cosa sabida, es a su vez un crítico. además, decir que «la crítica de cine no está hecha del mismo material que su objeto» denota haberle perdido el pulso a la crítica de cine desde hace ya varios años: existen los videoensayos, muchos de ellos piezas cinematográficas en toda regla –consultar la obra de nelson carvajal para tener un ejemplo concreto– y que, sin lugar a dudas, son una forma de ejercer la crítica. me da la impresión de que algo hay de pensamiento caduco o al menos anticuado en varios puntos de este texto.

    saludos.

    • Pablo Sol Mora marzo 17, 2014 at 11:33 pm / Responder

      Estimado Luis: gracias por tus comentarios. Ahora, veamos, naturalmente que las categorías de crítico y creador no se excluyen mutuamente. Grandes creadores (Borges, Paz) han sido también grandes críticos, pero, en última instancia, se es fundamentalmente un crítico (alguien que comenta las obras de otros) o un creador (alguien que escribe las propias). Es posible, claro, hacer las dos cosas, pero una va a prevalecer. En los ejemplos citados, nadie piensa en ellos como “el crítico Jorge Luis Borges” o “el crítico Octavio Paz”, sino como los grandes poetas, en su sentido original, que fueron; igualmente, aunque Sainte-Beuve y George Steiner tienen novelas, nadie piensa en ellos como novelistas. Y no, crítico y creador no siempre conviven (salvo en algún sentido muy amplio). ¿Todos los críticos que lees y conoces –de literatura, pintura, música o cine– son también autores de una obra propia? Claro que todo creador es “forzosamente un lector”, no sé cuál era la objeción ahí, pues el texto nunca dice lo contrario. Ahora, ¿todo lector es un crítico? De nuevo, solo en un sentido muy general, por ejemplo, si entendemos que lo es implícitamente, ya que desde la elección de sus lecturas, sus reacciones frente al texto, etc., ejerce un juicio crítico, pero no es eso lo que entendemos normalmente por un crítico, o sea, alguien que escribe crítica literaria. En cuanto a lo demás, sé que existe el videoensayo, querido Luis, pero ¿dirías tú que es la forma predominante de crítica cinematográfica?, ¿no pensamos generalmente en textos escritos sobre cine? Respecto a lo de anticuado (esto es que “está en desuso desde hace tiempo; pasado de moda; propio de otra época”, según la RAE) no me desagrada enteramente (qué esperabas, por lo demás, de un texto que cita a Chateaubriand y a Sainte-Beuve); no todo lo que se ha dejado de hacer, no está de moda o es propio de otra época es necesariamente inferior a lo que se hace actualmente o está en boga. Te recomendaría la lectura de un libro que me parece un modelo de crítica, Tolstoi o Dostoievski, del mencionado Steiner, cuyo subtítulo es, precisamente, An essay in the old criticism. Ha habido (y hay) muchas aproximaciones y prácticas críticas –en su momento actuales y de moda– que han resultado mucho más caducas que esa vieja crítica.
      Cordiales y anticuados saludos.
      PSM

  • luis reséndiz marzo 19, 2014 at 5:07 pm / Responder

    hola, pablo:

    estoy de acuerdo con algunos –muchos– de tus puntos. claramente, tienes razón en el asunto en que no todo lector es forzosamente un creador, y claro que estás en lo correcto al afirmar que no todo lector se dedica, propiamente, a generar una –llamémosla así– «obra crítica» –entendiéndose una obra crítica escrita.

    en otra dirección, sí estoy en franco desacuerdo con el asunto de la crítica cinematográfica. digamos, por ejemplo, que ya existiendo el mash-up, o existiendo obras armadas de fragmentos filmados por un montón de personas –lo que se ha dado en llamar supercut–, o existiendo cosas como _psychos_ de soderbergh, creo que podemos decir, aún con más firmeza, que mucha o _alguna_ crítica cinematográfica –el video ensayo, mayormente– está hecha de la misma materia que su objeto –todos los ejemplos citados–. no es una forma predominante aún, en eso estamos ciertos, y no estoy en desacuerdo en, como dices, usar modelos de la «vieja crítica» –no se lea «vieja» con ninguna connotación negativa– para acercarnos a lo novedoso, pero creo que parte de nuestra labor como observadores y analistas de todo este quehacer es notar cuáles son las tendencias que van a la alza, y esta me parece una de ellas. es allí donde creo, como ya había comentado, que el texto denota haberle perdido –al menos un poco– el pulso a alguna de la crítica cinematográfica de valor en estos días.

    cinemáticos saludos,

    l.

    • Pablo Sol Mora marzo 19, 2014 at 11:02 pm / Responder

      Estimado Luis: estoy muy dispuesto a darte la razón en tus observaciones sobre la crítica cinematográfica, aunque habrás notado que el título de mi texto y todo su contenido salvo el mínimo comentario entre guiones que es el centro de tus objeciones se refiere a la crítica literaria… De cualquier forma, te agradezco y te invito a colaborar con unos hipotéticos «Principios de crítica cinematográfica». Saludos.

  • rafael reyes aboytes marzo 20, 2014 at 1:37 pm / Responder

    Ya leí este texto tres veces y creo que lo leeré muchas veces más. Muchas gracias, Pablo.

  • luis reséndiz abril 1, 2014 at 10:17 pm / Responder

    estimado pablo, claro que le entro a los principios de crítica cinematográfica. ¡saludos!

    l.

  • El Arte de Leer | El Enragé junio 8, 2014 at 6:17 am / Responder

    […] Sol Mora, Criticismo,  número 9 , enero a marzo , […]

  • Arturo mayo 2, 2022 at 3:55 pm / Responder

    Y bueno, sí es así, pero muchos críticos en la actualidad confunden la función principal que tiene la reseña y que -quiérase o no- es la de ser una guía para el potencial lector y no una caterva de palabras con un significado oscuro, digno de ciertas construcciones sintácticas sin sentido, para solo enredar al lector en un mundo ajeno a él.

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