Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Cine


Darren Aronofosky, Mother!, Estados Unidos, 2017.


Es imposible entrar a una sala de cine donde se presentará un trabajo de Darren Aronofsky y no esperar un filme decididamente críptico. Es un placer pasear por los rincones de la mente de un artista que busca la provocación. Desde Pi: El orden del caos (1999), su filmografía ha probado que en sus venas corre el deseo de descodificar el mundo, desnudándolo de sus apariencias. Su ambición es dar una explicación concreta a preguntas abstractas utilizando las cualidades de la imagen. En su última película, Mother!, radica su propuesta más arriesgada hasta ahora: explicar, de manera crítica, el origen y propósito del ser humano, desde la perspectiva del planeta Tierra. Para esto, utiliza como trasfondo la historia más popular sobre la creación, la Biblia, y la yuxtapone con una narrativa cercana al thriller psicológico sobre el mito de la fama. El resultado es una interesante mezcla de película de catástrofe natural como thriller invasivo, con un desenlace extremista que aparenta ser una moraleja sobre el medio ambiente, pero que en realidad apunta hacia lo cíclico de los procesos naturales.

Personajes sin nombre son representados por actores reconocidos, estando al frente Javier Bardem como la figura del creador, simplemente referida como Él, y Jennifer Lawrence, la sobajada ama de casa, llamada Madre. La historia comienza entre la cenizas de un edificio en llamas donde se distingue el cuerpo quemado de una mujer sosteniendo un cristal. La mujer derrama una lágrima. Poco a poco, las llamas retroceden y el cuarto regresa a su estado original. Madre nace sobre una cama.

Ella cuida de su hogar como si fuera su misma piel. La comparte con su marido, un famoso poeta con un bloqueo creativo que lo tiene distante. La inesperada llegada de un fanático a su puerta halaga al poeta, que invita al viajero y su familia a vivir con ellos por un tiempo sin antes consultarlo con su mujer. El acto de benevolencia resulta en catástrofe cuando los inquilinos comienzan a romper las reglas de etiqueta, adueñándose del lugar e invadiendo su privacidad. La angustia del episodio acerca a la pareja al grado de realizar su sueño de concebir un hijo. Esto inspira al poeta a volver a escribir, creando su obra maestra. Cuando la comparte con el mundo, una horda de seguidores inunda las habitaciones de la casa, y Madre debe soportar la piedad de su marido con los desconocidos, hasta el punto de la autodestrucción.

Mother! bombardea al espectador con una cantidad apabullante de símbolos y espera una alta capacidad de interpretación, no precisamente inmediata, para poder seguir su conversación. De lo contrario, la experiencia es confusa, agobiante, desenfrenada y falta de sentido. Quizá esté intencionadamente diseñada para alienar a su audiencia, pero los medios utilizados no empatan con la gravedad del mensaje que quiere transmitir. Se requiere de determinación por parte del espectador para discernir de entre su humor sombrío los juicios acerca del arte, religión y política.

La estructura de la película enlaza dos tramas yuxtapuestas. La primera, la historia del poeta y su esposa, luchando contra el desenfreno de la fama. Y la segunda, su paralelo con el Antiguo y Nuevo Testamento, sobre Dios y la Madre Tierra, y el destino de la humanidad. Su propósito es desasociar concepciones arraigadas en la sociedad por efecto de la religión. Principalmente, que el hombre no es la creación de Dios. Al contrario, los humanos son una especie de la naturaleza obsesionada con los ídolos en búsqueda de sentido. Secundariamente, identifica los roles de Él y Madre como dos formas antagónicas de creación: la femenina, subordinada a los impulsos irracionales, y la masculina, excelsa y agraciada.

El primer acto se asemeja al libro del Génesis, simbolizado por el fuego, y en su centro, el cristal, representando la pureza de lo creado. Lawrence recorre la casa de pies a cabeza buscando a su marido en la escena inicial, denotando que el espacio es un personaje en sí mismo: la representación de la Tierra, con un latido propio. Los diferentes pisos y habitaciones, con sus propósitos distintivos, sirven para hacer un paralelo con la gran metáfora religiosa y fantástica. El estudio donde Bardem resguarda el cristal es el jardín del Edén, en donde el cristal mismo es el fruto prohibido. El hombre que llega a su puerta es Adán, el primer fanático de Dios, que aprecia su obra pero comete el error de traer a su esposa, que en su lujuria destruye el cristal y provoca su destierro. Posteriormente llegan sus dos hijos, es decir Caín y Abel, protagonizados por Brian y Domhnall Gleeson. Cuando el hermano mayor asesina a su consanguíneo arrojándole una perilla a la cabeza, las referencias comienzan a manifestarse de forma más atrevida. La obra maestra del poeta, sus mandamientos, lo popularizan al grado de la adoración. Sus seguidores abusan de la casa de Madre, y ella lo tolera únicamente por amor. Tras dar a luz a su hijo y verlo sacrificado para alimentar a una multitud de antropófagos, el Nuevo Testamento se disuelve apresurando el Apocalipsis, terminando con el cuerpo lignito de la Madre Tierra siendo rescatado por su creador y renovándola para una nueva vida.

Este juego de significados es un método formalista de extrapolar un mensaje sobre la catástrofe natural a la que se acerca el planeta, contado como un thriller psicológico con elementos mágicos. La casa de campo donde vive el matrimonio recuerda a la de Days of Heaven (1978) de Terrence Malick, pero con signos de posesión como la de The Amityville Horror (1979) de Stuart Rosenberg. Aunque son similares en apariencia, esta tiene la cualidad de provocar alucinaciones en los protagonistas, presentar llagas y crujir de forma inexplicable. Más evidente es el estado mental de Lawrence en semejanza al de Mia Farrow en Rosemary’s Baby (1968) de Roman Polanski. Desafortunadamente, estas referencias solo sirven para distraer del trasfondo bíblico, y comienzan a perder congruencia conforme inicia el tercer acto. En medio de la celebración de su marido, Madre lanza un alarido que resuena hasta las entrañas de la casa, provocando una onda de destrucción. De un cuadro a otro el personaje cambia de mujer a semidiosa, lo que da pie al momento de quiebre entre quienes han captado la fábula religiosa detrás del drama.

El uso de palabras, tanto en inglés como en español, juegan un papel importante en la trama: nunca se menciona el planeta, la naturaleza, los planetas, o la religión. Sin embargo, la obra trata de existir literal y figurativamente, dilema que está presente también en la interpretación de los textos religiosos. Las creaciones de Dios (un texto/un ser) atrae a sus seguidores (fanáticos/devotos), quienes en su frenesí por exaltarlo terminan destruyendo la creación que fue hecha para servirles.

La figura del patriarca y su responsabilidad como creador se aborda de distintas formas en su filmografía. Noah (2013) podría considerarse como la contraparte de esta, siendo el diluvio un presagio de lo que está por venir para el planeta, y las fuerzas detrás de ella. En The Fountain (2006), la búsqueda de un científico por encontrar una cura a la muerte de su esposa lo lleva a una odisea a través del tiempo y espacio. En The Wrestler (2008), la trayectoria de un veterano luchador llega a su límite al tiempo que trata de reconciliarse con su hija adolescente. Para Black Swan (2014), la figura masculina está presente en su ausencia, y en la obsesión de una bailarina de dominar una pieza de Tchaikovsky.

Aronofsky hace juicios audaces sobre sus personajes y sus motivaciones. Principalmente, que las acciones del hombre tienen una consecuencia en los designios de las fuerzas naturales. Más intrépido es al evidenciar que las figuras omniscientes están definidas con atributos terrenales, y por lo tanto, no perfectos. Los humanos no son la creación de Dios, sino admiradores perdidos en su devoción, fijándose en el artista y despreciando su obra.

En Mother, retrata a Dios como un ente prepotente, apasionado, desequilibrado, embriagado en su propia fama y omnipotencia. La Madre Naturaleza, su más adorada creación, está sujeta a su vanidad. Devotamente enamorada de Él, es celosa y no está consciente de su poder. Se piensa diferente a todos los demás seguidores y se siente traicionada cuando Dios regala su creación sin condiciones para ser destruida. La apariencia de Jennifer Lawrence es en todo momento similar a las representaciones de Venus en la pintura clásica: piel tersa como porcelana, cara redondeada, cabellera larga y rubia en una trenza que disfraza su identidad. Su vestuario es principalmente neutro, variando entre vestidos de noche y túnicas.

Darren Aronofsky ha evolucionado. Sin embargo, su cambio ha sido hacia un discurso más personal, que se esconde en la forma de una trama asimilable. Es posible que hayamos visitado la habitación más retorcida del director, en la que vive su musa creadora, rodeada del caos que le rodea cuando está por gestar una idea nueva. Logra transmitir lo tortuoso de sus réquiems, pero esta vez siendo consciente del impacto que generan su creaciones.

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