Revista de Crítica ISSN 2954-4904
Literatura


David Hajdu, Adrianne Geffel, W.W. Norton & Company, Nueva York, 2020, 224 pp.


En los setentas y ochentas, Nueva York estaba en ruinas y casi al borde de la bancarrota. Sin embargo, entre la inseguridad, la mafia, la violencia, los robos, los incendios, las drogas, la prostitución e infinidad de cosas más, surgió en Fear City una ola de artistas que definirían el arte, la literatura y la música de las próximas décadas. La música disco, por ejemplo, se estaba inventando en el downtown de la ciudad; en Harlem y el Bronx, la música cubana y latinoamericana se estaba transformando en lo que ahora se conoce como salsa; ahí mismo estaba surgiendo el hip hop, el break-dance y los DJs. En los lofts del este de Manhattan, los músicos estaban experimentando e improvisando con el jazz. A unas cuadras se estaba creando música clásica que se desligaba de la tradición europea para incorporar jazz, rock y sonidos africanos e hindúes. Truman Capote, Andy Warhol, Basquiat y muchos otros, asistían al famoso Studio 54. En pocas palabras, los underground, los overground, los vanguardistas, los avant-garde, los cineastas, los performers, los bailarines, los pintores y los músicos convivían y se entremezclaban. Había una sensación de comunidad que no se ha vuelto a dar desde entonces.

Es en estos años en los que aparece Adrianne Geffel, la protagonista de la primera novela de David Hajdu, uno de los críticos musicales más importantes de Estados Unidos (dato curioso, fue uno de los jueces que eligió DAMN de Lamar para el Pulitzer). Aunque todo en Adrianne Geffel: A Fiction es eso, una ficción, lo que sucede a lo largo de la novela es bastante parecido a lo que ocurre y ha ocurrido dentro de la industria de la música (pero lo mismo podría decirse de cualquiera, ninguna se salva) desde siempre. Es una sátira que retrata los vicios, los egos, el intelectualismo, la misoginia, la avaricia y la explotación de la gente que rodea a un artista, desde el manager, el ejecutivo del sello discográfico, los críticos, hasta la propia familia y seres queridos. No es tan distinto a lo que vimos con Amy Winehouse, por ejemplo, o con Britney Spears. Y, como sucedió con los documentales de “Amy” y “Framing Britney Spears”, terminamos por conocer mejor al entorno tóxico que a ellas. Las personas que hablan de Geffel en esta biografía falsa terminan por exponerse a sí mismas, mientras que Adrianne continúa siendo un misterio. Hajdu logra hacer todo esto, además, con un tono humorístico.

Cuando empieza la novela sabemos que Geffel es tan popular que su nombre se ha convertido en un verbo (“geffeled”, “geffeling”), un adjetivo (“geffelesque”) y hasta en un adverbio (“geffelesquely”). Sin embargo, lleva años desaparecida y nadie sabe siquiera si está viva o no. Este misterio la transforma en una leyenda musical y engrandece su estatus como “artista de culto”. Se nos explica que Geffel es una pianista y compositora que llegó a la fama por crear música incómoda, difícil, desagradable y llena de una emoción desgarradora, pura y sin filtros. Un crítico del Village Voice la describe como “outbursts so vital, so mind–rattling, soul-fuckingly extreme that they burst out and fly straight through you and out of your room”. Otro como: “… the inner essence of humanity with the palpable tactility of organs bursting from a body viscerally ripped apart”. Pero más que ser un estilo o propuesta musical, es el reflejo de una condición neurológica llamada psychosynesthesia (enfermedad completamente inventada por Hadju) en la que el paciente, en pocas palabras, tiene alucinaciones auditivas constantemente, producidas por cualquier reacción o estímulo emocional.

La tristeza, el enojo, la frustración y el nerviosismo se manifiestan en sonidos caóticos e intensos; es decir, en la música que los críticos y el sello discográfico consideran valioso y rentable. La felicidad, por el contrario, se transforma en música agradable y ligera; terrible para su carrera, irónicamente, porque nadie quería escuchar eso de ella, pero bueno para su vida personal. Adrianne le confiesa a su mejor amiga, Ann Athema: “I’m a nervous wreck when I’m doing it, and that only seems to make it more successful. I feel awful, and so I make awful-sounding music”. Cuando se enamora y empieza a crear música alegre, los críticos y prácticamente todas las personas que se estaban enriqueciendo de ella entran en pánico. Unos porque parece perder eso que la hacía radical y avant-garde, aunque el resultado fuera una música difícil de escuchar que ni siquiera ellos mismos disfrutaban; los otros porque temían que sus álbumes no vendieran. Para tener éxito, por lo tanto, debía cumplir con el arquetipo del artista atormentado que pone, por sobre todas las cosas, a la creación artística. Hajdu ha explicado que una de las preguntas que quería plantear con la novela es si una persona feliz es capaz de crear buen arte o no.

La mayoría de las personas alrededor de Adrianne parece pensar que no. Su productor, que es un villano caricaturesco que se hace llamar Biran (pronunciado, claro, como Byron) cuando su nombre real es Brian, se propone hacerle la vida imposible para regresar a Geffel a la normalidad. La protagonista, sin embargo, no cae en esa trampa romántica. Su respuesta es rebelarse y, cuando la orillan, desaparecer por completo. Lo hace, curiosamente, a los 26 años y con este acto parece salvarse de pertenecer al “famoso” club de los 27. Lo más frustrante es que, a pesar de salir de ese círculo tóxico, le da a sus explotadores lo que necesitan para ganar más dinero y reconocimiento. Con su desaparición, se vuelve más famosa. No puedes evitar poner los ojos en blanco y reírte de todos estos personajes. Con cada entrevista que leía, pensaba inmediatamente en el monólogo de Al Pacino en Devil’s Advocate (1997) en el que dice: “Vanity, definitely my favorite sin”. Sin embargo, no todos son así. Ann Athema y Barbara Lucher, mejor amiga y pareja de la protagonista respectivamente, le dan un balance a la novela; son las únicas que se preocupan por Geffel y que ponen su salud mental sobre su música.

El narrador, un personaje que puede pasar desapercibido porque solo escuchamos su voz al inicio y al final de la novela, es quizá un personaje autobiográfico. Ambos trabajan con la “no ficción”, aunque en el caso del narrador es una “no ficción” ficcional, de la misma manera. El narrador entrevista a una serie de personas para saber más de Geffel, desde un policía estatal, una trabajadora social hasta un neurólogo, además de sus conocidos. Hajdu, al igual, realizó alrededor de cuatrocientas entrevistas para su libro Lush Life: A Biography of Billy Strayhorn. El narrador dice que tiene nueve años trabajando en la biografía de Geffel, Hajdu trabajó durante once en su libro sobre Billy Strayhorn. El narrador explica que esta es la primera biografía de Geffel; Hadju publicó la primera biografía de Strayhorn. Los personajes centrales de ambos libros pertenecen a minorías, Geffel es mujer y lesbiana y Strayhorn afroamericano y homosexual; los dos son pianistas y tocaron en Manhattan. Con Strayhorn, Hajdu reconstruyó la escena musical neoyorquina de principios del siglo XX y con Geffel el narrador la de finales del siglo. Introducirse en el texto, entonces, parece también incluirlo en el chiste; él tampoco ha sido inmune al narcisismo o arrogancia del crítico y puede reírse al respecto y de sí mismo.

Finalmente, no se necesita ser un gran conocedor de la música para disfrutar de Adrianne Geffel, aunque los fanáticos del género, y los mismos músicos, probablemente aprecien de manera diferente el humor y referencias de Hajdu a compositores y lugares reales en Nueva York. Al menos a mí me ha hecho descubrir artistas como Carla Bley Band, Jill Sobule, entre otros, gracias también a una playlist que preparó para acompañar la novela y que aparece en la página web de David Gutowski, www.largeheartedboy.com. Pero, además de despertar cierta curiosidad o nostalgia por la música de los principios de los ochenta, también nos recuerda que detrás de los artistas que admiramos y la música que disfrutamos, existe una serie de manipulaciones, sabotajes y mentiras. Los personajes llegan a ser tan caricaturescos al final que la novela nunca pierde su tono satírico y ligero, pero un mensaje queda claro, el que más le interesaba al autor: entre tanta toxicidad, entre tanta avaricia y narcisismo, puede haber amor y amistad. Para Hajdu, Adrianne Geffel trata principalmente de una historia de amor entre Adrianne y Barbara; así como Lush Life de una relación de amistad, entre Strayhorn y Ellington.

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